lunes, 18 de septiembre de 2017

ASESINOS EN LAS RAMBLAS


Una de las consecuencias del individualismo en que nos educan y obligan a vivir, es que, mientras la desgracia no te afecte a ti, puedes afligirte más o menos, pero la percibes lejana, extraña. Nuestra capacidad de sentir el dolor ajeno como propio está muy limitada, tanto como la capacidad de percibir la parte colectiva de nuestra existencia. No en vano, “tú a lo tuyo”, es la gran máxima que nos inculcan, desde la escuela a los medios de comunicación y las distintas formas de publicidad.

Sin embargo, esa máxima se hace añicos frente a realidades como la de Las Ramblas el pasado 17 de Agosto. Es así porque “lo mío”, es decir, mi incertidumbre y mi soledad, solo dan lugar al miedo y con miedo no se puede vivir. Hace falta algo más. Son necesarias certezas compartidas que rompan la soledad.

Es necesario reflexionar en voz alta, compartir los miedos abiertamente e intentar alcanzar algo de la verdad que camuflan tras esos 'enfrentamientos de civilizaciones' y otras milongas de las que nos hablan los medios en general. Las civilizaciones, las culturas, nunca se enfrentan, todo lo contrario, suelen ser muy promiscuas entre ellas. Los que siempre acaban enfrentándose son los intereses y de esos, de los que hay detrás de semejantes atrocidades, se habla muy poco, todo son incertidumbres.

De lo que no cabe duda es de que esos intereses están intentando desestabilizar, provocar miedo y confusión. Y si a esa certeza le añadimos que, a lo largo de la historia, ese es un recurso muy utilizado por las clases dominantes cuando quieren predisponer al pueblo para la guerra, 'se le ponen a uno los pelos de punta'.

Tan inquietante como pensar en los intereses que hay detrás de los asesinos, resulta pensar en los propios asesinos. Obedeciendo a la estúpida manía de endiñar al sujeto todos los tópicos propios de su origen, lo primero que han destacado los medios es que sus familias provienen del sur del Mediterráneo y son de creencias musulmanas. Con lo cual, en vez de despejar incógnitas las incrementan, convirtiendo, de un plumazo, a cientos de miles de trabajadores en quintacolumnistas de ese quimérico 'enfrentamiento de civilizaciones'. La única certeza es que los asesinos han nacido o se han criado entre todos nosotros, han ido a las mismas escuelas, han tenido los mismos maestros, han compartido los mismos 'ídolos', los mismos sueños. Hasta tal punto es así, que ese 'nosotros', nos guste o no, también los incluye.

Aquests nens eren nens com tots. Com els meus fills, eren nens de Ripoll. Com aquell que pots veure jugar a la plaça, o el que tragina una motxilla enorme de llibres, el que et saluda i et deixa passar davant a la cua del súper, el que es posa nerviós quan li somriu una noia.


Pilot, mestre, metge, col·laborador d’una ONG. Com s’ha pogut esvair, això? Què us ha passat? En quin moment…? Què fem perquè passin aquestes coses? Éreu tan joves, tan plens de vida. Teníeu tot una vida davant… i mil somnis per fer realitat.”


Son dos párrafos de la carta abierta escrita por Raquel, educadora que tuvo a su cargo a los asesinos cuando eran adolescentes. Es un texto que vale la pena leer porque le da una perspectiva a la tragedia que, si no certezas, sugiere preguntas necesarias.

“… i mil somnis per fer realitat.” ¿Tan grande fue la decepción, el desengaño y la amargura, para que el maldito imán pudiera introducir tanto odio en tan breve espacio de tiempo? Dudo mucho que entre seguir al Barça, jugar con el móvil y vacilar con las chavalas, se les ocurriera ni siquiera ojear “El Coran”. No, el deleznable imán no pudo encontrar el terreno abonado por el fanatismo religioso. ¿Qué les dijo? ¿Qué siniestra grieta utilizó para introducir tanta ponzoña? ¿Cómo consiguió que les resultara más atractiva la muerte que todas las posibilidades que les prometía la sociedad? ¿Cómo pudo ganarles tan fácilmente la partida a maestros y educadores? De alguna manera tuvo que convencerlos de que todo lo que les habían enseñado, que todas las posibilidades que les planteaban, eran asquerosas mentiras. Y los asesinos miraron a su alrededor: Trabajo precario con sueldos de miseria o paro, hacinamiento en la vivienda, xenofobia y clasismo, costes inasumibles de la formación necesaria para promocionarse, asistencia social recortada a mínimos y, en general, una distancia cada vez más insalvable entre los que pueden y los que no.

Miraron a su alrededor y solo estaba el maldito cabrón que lo explicaba todo en términos de odio, sangre, religión y muerte. Nadie más. Nadie continuó la entregada y necesaria labor de los trabajadores sociales cuando los muchachos se enfrentaron a la realidad. Ningún compañero estuvo allí para razonarles que sus problemas, que esa sensación de haber perdido cualquier horizonte, no tiene nada que ver con religiones, etnias o guerras santas de ningún tipo, que todo eso no existe, que son puras invenciones de intereses muy concretos. Nadie les advirtió que sus problemas son los problemas de la clase obrera. Nadie les dijo que todo lo que soñaron es posible si nos unimos y luchamos juntos. Nadie les enseñó como se hace eso. Y ellos, los asesinos, se dejaron llevar por la desidia, por el tobogán del rencor, del odio, por el camino fácil de la violencia.

La sensación de marginación y fracaso, son el caldo de cultivo ideal para el rencor y el odio, son el terreno propio para imanes diabólicos, capos de 'maras' y otras mafias, promotores de guerras, traficantes de heroína, webs inductoras de suicidios, partidos fascistas...

Los intereses a la sombra del maligno imán saben muy bien lo que hacen, esa es la grieta. Ellos saben que nuestras redes de organización y solidaridad populares están prácticamente desmanteladas o en manos de la administración y las burocracias, que para los sectores “emigrados” de la clase obrera ni existen. El infame imán sabía que eran presa fácil, que nadie se preocupa de unos “moratas”.

Sin embargo, conviene que nos preocupemos, de los “moratas” y de todos los compañeros que viven de su trabajo. Conviene que dejemos el 'facebook', recorramos las calles y hablemos con ellos. De haber sabido que no estaban solos, el imán no lo hubiera tenido, ni mucho menos, tan fácil. Conviene que, como dice Raquel, Això no ha de quedar en una historia més. Hem d’aprendre’n, hem de fer un món millor. Practicant amb l’exemple, educant en la no-violència, transmetent el no-odi, la igualtat. Educant a les escoles, als espais oberts, a les famílies, als nostres fills… Y habría que incluir a sindicatos, organizaciones políticas, asociaciones de vecinos, culturales, deportivas, etc.

De lo contrario, esa guerra a la que quieren abocarnos, nosotros los trabajadores la tendríamos perdida, sencillamente porque las bombas, los ejércitos, las economías, son finitas, pero el odio crece exponencialmente y sin limites.
 

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